París reconstruye lo que Martin Margiela deconstruye en su proceso de construcción. La obra del misterioso belga, conocido como “el diseñador ausente” o “el genio sin rostro”, protagoniza la primera exposición del Museo de la Moda de París desde que la española Miren Arzalluz ocupa la dirección. “Margiela ha sido un creador iconoclasta, rompió los cánones establecidos e introdujo una silueta absolutamente innovadora cuestionando el sistema de la moda”, ha explicado Arzalluz en declaraciones a Efe.
Así, el Palais Galliera acoge hasta el 15 de julio una retrospectiva de los veinte años de trabajo del diseñador (1989-2009) más revolucionario e influyente de las últimas décadas en una muestra donde el propio Margiela ha colaborado activamente, a pesar de no haber mostrado nunca su cara en los desfiles ni ha concedido entrevistas. Comisariada por Alexandre Samson, la exposición ‘Martin Margiela, 1989-2009’ es una mirada inédita al discurso estético del diseñador, construida a través de 130 looks y material de archivo de la firma, así como vídeos de los desfiles, fotografías y bocetos. En las salas del museo se exhiben algunas de sus prendas icónicas que revelan su capacidad para trabajar con todo tipo de materiales y el talento para inventar distintas siluetas que fueron una de sus insignias de la firma.
El genio de la deconstrucción alérgico a la fama
Margiela nació en Lovaina en 1957 y es uno de los emblemas de la Real Escuela de Bellas Artes de Amberes, donde se diplomó en 1980 antes de entrar en las oficinas de Jean-Paul Gaultier, a quien asistió durante casi cuatro años. A partir de 1987, empezó a nacer el mito con la creación de su firma homónima. En los desfiles, las modelos desaparecían detrás de máscaras de muselina en escenarios urbanos como aparcamientos y estaciones de metro. Todo estaba pensado para que la auténtica protagonista fuera la ropa. De hecho, el diseñador ha sido uno de los artistas más reservados, enemigo de las entrevistas y alérgico a los flashes. “Dada mi naturaleza tímida y reservada prefiero estar entre bambalinas y gozar de la protección del anonimato. Mi única tarjeta de visita es mi trabajo”, había confesado en alguna ocasión.
“Mi única tarjeta de visita es mi trabajo”
Su nombre está ligado al trabajo deconstructivista porque estudiaba la ropa como si fuera arquitectura, llegando hasta la propia estructura de cada prenda para hacer una nueva creación. En ocasiones, también daba la vuelta a la estructura para que el interior fuera el exterior, mostrando el reverso de cada prenda. Un ejercicio de investigación cuya finalidad era mostrar el proceso creativo y no tanto el aspecto final. De esta forma, Margiela cuestionó las bases de la industria y la concepción misma del traje, a través de un conocimiento profundo de la sastrería y un perfeccionismo hasta el último detalle. “Es alguien que no solo tiene una visión alternativa de la mujer incluso de su cuerpo, sino que cuestiona principios fundamentales del sistema de la moda”, comenta Arzalluz.
El diseñador belga también tomaba gusto en transformar los patrones, deformaba las siluetas y tenía especial obsesión por las siluetas XXL. Así lo demostró en su célebre colección ‘Oversize’ lanzada en el año 2000, donde agrandó hasta el extremo todas las prendas de la colección en una época donde lo ajustado estaba en boga. Una muestra más, que para Margiela, la tendencia iba siempre detrás de la investigación.
En la exposición se aprecian algunos rasgos más que definen la obra de Margiela: los hombros ligeramente levantados que huyeron de las rígidas hombreras de los años 90, las líneas minimalistas de sus diseños, la conceptual interpretación de patrones en prendas planas o sus zapatos más famosos: los “tabi”, una versión renovada del tradicional calzado japonés que separa el dedo gordo del pie del resto.
La exposición ‘Martin Margiela, 1989-2009’ constituye una magnífica oportunidad para conocer la obra de este genio de la moda vanguardista a través de su cuidado proceso de investigación y su costura que lo llevó a entrar en la Alta Costura. “Veinte años, cuarenta desfiles, cientos de prendas, ¿qué me queda?”, rezaba el diseñador en una frase que quedó inmortalizada durante el último desfile de la colección primavera-verano 2009. Margiela ya había dicho todo lo que tenía que decir.