Empieza la temporada veraniega con una tendencia cada vez menos reservada para las ocasiones especiales: las lentejuelas, que con sus brillos atrapan todas las miradas. Desvinculadas de su zona de confort, estas pequeñas láminas metalizadas cosidas en el tejido se erigen las protagonistas del momento junto con otros materiales que deslumbran por sí solos como las iridiscencias o los acabados satinados que producen un brillo más discreto.
En esta ocasión, las lentejuelas, junto con los colores flúor y las transparencias, salen de los desfiles de las colecciones SS22 de Tom Ford, Michael Kors, Loewe, Valentino o Rodarte para invadir la calle a través de outfits resplandecientes. La clave de las lentejuelas, hasta ahora reservadas en celebraciones concretas como las Nocheviejas, es que existen muchas opciones para lucirlas con acierto en prendas para llevar a todas horas. De día y de noche sin reparar en brillos ni excesos. Desde los looks rock & roll de Saint Laurent, hasta la sofisticación de Chanel y Celine que las combinan con tweed o en detalles clave como muestran Gucci, Balmain o Paco Rabanne, creador de la icónica malla metalizada.
De Tutankamón a Leonardo da Vinci
El origen de las lentejuelas se remonta al Antiguo Egipto, donde se cosían pequeños discos de oro y plata en la ropa de los faraones y sus consortes como signo de riqueza. De hecho, fue durante el descubrimiento de la tumba de Tutankamón en 1922, cuando los arqueólogos encontraron, entre distintos objetos, ropa decorada con brillantes discos de metal. Una época que coincidió a su vez, con la fiebre metalizada de los Locos Años 20, encarnada por el vestuario de las flappers y la egiptomanía que desató este hecho, que inspiró a los diseñadores de la época a diseñar atuendos con discos metalizados para destacar en la pista de baile.
En inglés, la palabra sequin (lentejuela, se vincula al término en árabe sikka (moneda) y al zecchino, una moneda dorada acuñada en Venecia durante el siglo XIII. Las primeras lentejuelas fueron monedas cosidas a la ropa, por razones que iban desde exhibir la riqueza y el estatus hasta complicarle la vida a los ladrones. Se dice también que Leonardo da Vinci, uno de los grandes inventores de la humanidad, ideó una máquina para producir pequeños discos de metal. Un prototipo que nunca se llegó a fabricar, pero que ya ubica la antigüedad de la lentejuela.
Más tarde, en los siglos XVII y XVIII, empezaron a usarse carteras, estuches y aparecieron los bolsillos. Por lo tanto, en la indumentaria de hombres y mujeres ya no era necesario coser las monedas a la ropa para mantenerlas a buen recaudo, y los pequeños discos de metal se convirtieron en un ornamento puramente estético.
La lentejuela brilla en el siglo XX
Las lentejuelas como las conocemos surgieron en el siglo XX. Sus destellos empezaron a adornar los ricos vestidos de la Bélle Époque, añadían toques de luz a las creaciones de los años 20 y volvieron a adornar las prendas de los sensuales años cincuenta. Actrices como Marilyn Monroe o Rita Hayworth sucumbieron al centelleo de la lentejuela con innumerables trajes que resplandecieron dentro y fuera del celuloide. Un vestido brillante de la época que conecta con la actualidad es el icónico vestido beige que la diva rubia llevó cuando cantó ‘Cumpleaños feliz’ al presidente John F. Kennedy en 1962. Ese mismo vestido cubierto de cristales fue el que se enfundó Kim Kardashian en la MET Gala 2022.
Los materiales utilizados para crear las lentejuelas también cambiaron con el tiempo. El metal de los primeros prototipos evolucionó hacia la gelatina en la década de los 30. Este último material resultaba menos pesado, pero era frágil y no aguantaba bien los cambios de temperatura. Luego, pasaron a ser de plástico, flexible y resistente al lavado. Gracias a este cambio, las lentejuelas se volvieron más prácticas, menos costosas y más asequibles que sus anteriores versiones.
Un adorno vinculado con la música, el movimiento y el exceso
Con la innovación de los nuevos materiales y el triunfo del prêt-à-porter en los años sesenta, el uso de las lentejuelas se popularizó en ropa más común que se volvía atrevida, viva y colorida. ¿El objetivo? Adornar la silueta, empoderarla y convertirse en el centro de atención de las miradas. Este manifestó cuajo muy bien en los años setenta con la fiebre disco. En los movimientos contraculturales, las lentejuelas y todos los tejidos brillantes se convirtieron en un símbolo de rebelión contra el sistema que consideraban serio y aburrido. Ahí es cuando empezó la época del glam rock. Un movimiento sensual, andrógino, excéntrico y revolucionario que tuvo como símbolo a David Bowie con su icónico alter ego: Ziggy Stardust. El hombre de las estrellas, y otros cantantes de la época se envolvían con trajes de lamé, lentejuelas y mucho glitter.
Los tejidos brillantes, siendo las lentejuelas los preferidos, volvieron a resplandecer en los años ochenta. Michael Jackson fue el responsable que la brillantina y las prendas faraónicas volvieran a ver la luz con actuaciones memorables donde el Rey del Pop se enfundaba en trajes cubiertos de lentejuelas y pedrería.
Hoy en día las lentejuelas, así como otros tejidos brillantes, están sometidas a los vaivenes de la moda cíclica. Su material sigue siendo a base de plástico, ahora mayoritariamente reciclado, pero con recubrimientos especiales. Lo que no ha cambiado es su significado. Las lentejuelas despiertan la imaginación, se hacen visibles e iluminan la vida cotidiana de las personas. Son un elemento de escapismo, algo con lo que aferrarse hacia otros mundos de fantasía. Y ya sabemos que la moda es sueño y en Gratacós nos gusta haceros soñar a través de nuestros tejidos de lentejuelas. Aquí te dejamos una selección de los más novedosos para que brilles con luz propia.