Existen pocos artistas cuya obra está vinculada a un solo color. Un tono identificativo, existencial y cargado de significado. Tal es la fuerza de esta tonalidad, que actúa como un verdadero símbolo para comprender el propio creador, más allá de su trayectoria artística.
Uno de estos nombres, que pasan a la historia del arte por su huella cromática totalmente identificable, fue el experimental Yves Klein (Niza 1928-París 1962). Este polifacético artista y hombre de espectáculo, fue el inventor de un tono que nunca había existido antes. Como “padre”, lo bautizó -y registró- en 1960 con su propio nombre: International Blue Klein (IBK). Una tonalidad profunda de azul que mantenía el impacto visual de su apreciado azul ultramar, así como a los espesores y texturas que Klein solía aplicar sobre sus lienzos.
¿Cómo surgió esta devoción por el azul?
En varias biografías de Yves Klein, se explica de forma anecdótica que un día de verano en 1947, el artista francés estaba con dos amigos sentados en una playa de Niza en el sur de Francia. Para matar el tiempo, decidieron hacer un juego y repartir el mundo entre ellos. Uno eligió el reino animal, otro el reino de las plantas y el joven Klein examinó el infinito azul del cielo y escogió el reino mineral. Esa contemplación cambió el destino de su vida y al dirigirse a sus amigos anunció: “El cielo azul es mi primera obra de arte”.
Hechizado por el cosmos y el esoterismo, el azul pasó a simbolizar lo espiritual, lo místico y lo religioso, y poco a poco, esta tonalidad profunda fue ganando terreno a otros colores presentes en su obra como el dorado o el rosa. Fue en 1954 cuando inició sus eclécticas pinturas de campos monocromos, que al principio eran de diversas tonalidades pero que finalmente redujo al azul ultramar. Klein erigió alrededor del color azul una teoría artística que se articulaba en torno a dos principios: el color absoluto y el vacío, que limita creando lo que él llamaba las “zonas de sensibilidad pictórica inmaterial.
Más allá del periodo azul y las pinturas de fuego, en la trayectoria artística de Yves Klein también son conocidas sus Antropometrías, donde exploraba su lado más provocador y experimental con pinturas realizadas por mujeres desnudas que se embadurnaban en azul IKB y se convertían en una continuación del pincel del artista cuando dejaban la huella de sus cuerpos sobre lienzos extendidos en la pared o el suelo. En ocasiones, organizaba auténticos happenings con público en directo y músicos que amenizaban las sesiones experimentales de pintura. Lo que hoy llamaríamos performances.
Yves Klein tuvo una carrera artística muy corta, pero intensa que se concentró especialmente durante los últimos ocho años de su vida. Murió en 1962 de un ataque al corazón con tan solo 34 años. A pesar de su juventud, Klein definió el curso del arte occidental y su color, el intenso International Blue Klein (IBK) se ha vuelto inmortal, un icono del legado del que se considera “el último artista francés de gran impacto internacional”.
Un guiño en las pasarelas
Hace dos años, las Antropometrías de Yves Klein se subieron a la pasarela de París de la mano de Céline. La entonces directora creativa, Phoebe Philo quiso plasmar en dos vestidos de la colección primavera-verano 2017, los lienzos en blanco con las siluetas de los cuerpos de las mujeres que se embadurnaban de pintura azul Klein. Un guiño a este imaginativo creador de arte contemporáneo. Desde Gratacós, quedamos fascinados ante el vibrante azul del maestro Klein y le rendimos homenaje a través de algunos tejidos de la actual colección que captan la intensidad de este azul totalmente evocador.