El plástico nos produce una controversia por naturaleza. Amado y odiado a partes iguales. Omnipresente en nuestra sociedad actual, sobreexplotado y con gran capacidad transformadora que fomenta el reciclaje. Un material hasta el momento imprescindible.
De hecho, si hablamos del uso y la generación de materiales que han rodeado la humanidad en la historia más reciente, el plástico ha sido, sin lugar a duda, uno de los protagonistas del siglo XX. El material que ha definido una época y que sigue estando presente en el día a día de las personas. Y nos guste o no es un hecho: el plástico está por todas partes, forma parte de nuestras vidas y su uso está absolutamente naturalizado en todos los sectores. Su uso es global desde la década de los años 60 y se utiliza en todo tipo de objetos cotidianos y en verdad, hubo un tiempo en los que sus propiedades se alababan como la durabilidad, la flexibilidad y la ligereza. ¿Quién lo iba a decir que nos acabaríamos ahogando en un mar de plástico? Las cifras hablan solas, a nivel global desde 1950 se han generado más de 8.000 millones de toneladas y lo más aterrador es que la mitad de esta cantidad corresponde a los últimos 15 años. En la actualidad, casi el 40% de la producción se destina a envoltorios y envases de un solo uso. De ahí recae uno de los grandes retos del siglo XXI: encontrar la forma de reutilizar todos estos residuos generados para darle una segunda vida y un nuevo uso.
La moda plastificada
Era inevitable pensar lo contrario. El plástico también ha seducido la industria de la moda y su uso prevalece como tendencia por marcas de dominio internacional. Esto a priori parece una paradoja: cuando más se conocen los informes sobre su extensa producción, más se introduce dentro de las colecciones de los grandes diseñadores. No es algo nuevo, en los años 60 y 70, André Courregès, Pierre Cardin o Paco Rabanne utilizaron el plástico en sus creaciones para elaborar las piezas más innovadoras y modernas del momento bajo una inspiración de estética retro futurista. Una tendencia que daba un guiño a la era espacial que se vivía en el momento. Esas prendas no eran transparentes y utilizaban materiales como el brillante vinilo o el PVC para configurar la ropa de la generación ye-yé.
Hace un par de años, la fiebre del plástico volvió a causar furor en la industria de la moda que vivió una especie de revival con varias firmas que apostaron por usar plástico como material vestible, ya sea en ropa o accesorios. Al plástico se le añadía un componente estético: en plena era de Instagram, permitía una exhibición total de la intimidad del portador. Fue especialmente destacada la colección presentada en febrero de 2017 de Raf Simons en su debut en Calvin Klein donde se mostraron abrigos y gabardinas recubiertas con vinilo. O la clásica Chanel, capitaneada por el desaparecido Karl Lagerfeld. El kaiser incluyó no solo accesorios en plástico, sino que además sumó zapatos y prendas que combinaban el plástico con otros materiales. Céline por su parte también propuso una bolsa de plástico como las que se usan en el supermercado, pero transparente que fue durante 2018 un auténtico objeto de deseo entre influencers y fanáticos de la moda o Demna Gvasalia, el irreverente director creativo de Balenciaga consiguió que su propuesta de bolsa cuadrada, rayada y multicolor, que se asemejaba a la que se usan en los supermercados, fuera un éxito de ventas. Por su parte, Virgil Abloh, director creativo de Off-White consiguió que todos los fashionistas suspirasen por sus salones negros forrados de plástico transparente. ¡El objeto fetiche del momento!
Plástico sí, pero reciclado
En medio de esta hegemonía del plástico existe a su vez una contracorriente conformada por aquellas firmas que presentan alternativas pensando en cómo reutilizar el material ya existente. Una situación que coincide con la lucha gubernamental contra la contaminación por plásticos y una mayor concienciación y compromiso social de la población. La discusión no se centra tanto en el uso en sí del material sino en la continuidad de su producción y el mayor desafío actual es poder reusarlo, aprovechar su existencia y su larguísimo cicle de vida, descubriendo formas de regenerarlo y transformarlo con el menor impacto posible.
Hay una vocación de cambio. En los últimos años, los principales diseñadores de moda ya están indagando y trabajando en nuevos desarrollos con plástico usado. Un ejemplo pionero fue la tarea del diseño sostenible de la reconocida Stella McCartney con la organización Parley for the Oceans para desarrollar calzado deportivo para la línea que hace con Adidas. En paralelo también han surgido un sinfín de pequeñas marcas (que se van haciendo grandes) que aprovechan las fibras procedentes del plástico reciclado para crear nueva ropa y accesorios. Firmas que ya ofrecen una alternativa sostenible para generar un residuo cero con el plástico ya producido. Empieza la era del reciclaje real.